lunes, 8 de mayo de 2017

LO COTIDIANO

Carlos A. Trevisi

Ahora que vivimos amuchados en pisos que por amplios que sean no superan los 100 m2, el "otro", el vecino, ha cobrado una vigencia tal que por prudentes que seamos en la intimidad de nuestros hogares terminamos compartiendo nuestras vidas con la familia de "al lado" dado que nos vamos enterando mutuamente de las intimidades del otro (paredes de ladrillos huecos mediante). Claro que se trata de "secretos bien guardados". pero por "guardados" que estén no facilitan un propensión a la puesta en común. Cuando la relación -jamás el encuentro- se endurece, afloran los conflictos: que el del 1º, el del 2º o el del tercero saca el perro a pasear y mea la escalera; lava el coche en la cochera usando el agua común en beneficio propio; ensucia el descansillo, no colabora en la reposición de las luminarias que facilitan el acceso al piso, o cualquier otro detalle (tal como asistir a las reuniones de propietarios) o lo que usted quiera agregar, cuando la relación se endurece decía, pues ahi nace el que pone  frente al portal de edificio vecino o en el propio la nevera, la casilla del perro y...

Llegado a este punto, que no me cabe duda compartiréis conmigo, valga lo que vamos a leer a continuación que se hizo noticia en un telediario.


TORRELODONES, LA BASURA Y DEMÁS DESPERDICIOS.


Torredolones es un ciudad del Gran Madrid. Es una ciudad importante: su población  es de clase media; tiene varios centros comerciales y demás atractivos que la distinguen como para que los vecinos de las ciudades que la circundan, sobre todo para hacer compras, acudan a ella regularmente. En resumidas cuentas hasta se podría decir que tiene categoría.

Un telediario del mediodía anunciaba hoy, (8 de mayo) que el Alcalde había decidido que toda la chatarrería  que los vecinos tendrían que llevar al depósito especialmente diseñado "ad hoc" (Punto Limpio se denomina), pero  depositan en la vía pública- frigoríficos, televisores, cañerías y hasta casillas de perros fuera de uso- el alcalde había decidido, insisto, que todas esas "cosas" se expusieran a las puertas del Ayuntamiento. 

El espectáculo es penoso y no deja bien parado al "ayuntador en jefe" que con un poco de imaginación podría haber actuado de otro modo. Acaso habría sido más efectivo que recorriera la ciudad con altavoces denunciando la falta de calidad de los que proceden de ese modo aplicando multas a todos aquellos al frente de cuyos domicilios se encontraran los desperdicios. Sería un llamado de atención a la gente para que procediera como corresponde asumiendo que vivir en una comunidad -ciudad, pueblo, urbanización- exige una toma de conciencia acerca de los beneficios que reporta ponerse en común para vivir mejor. Pero no ha sido así. El castigo de ver toda esa mugre  llegó a todos los vecinos -limpios y sucios, aprensivos y desaprensivos; y a todos los que sostienen una forma de ser que los autoriza a pensar en lo demás  compartiendo con ellos lo que las circuntancias de la vida les ha puesto en común. 

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