martes, 9 de agosto de 2016

CONTRA LA INDIFERENCIA ¿PARA QUE PENSAR?

Susana Domínguez Manzano | Reseña de “Contra la indiferencia” , de Josep Ramoneda “Duererías. Analecta Philosophiae”, Revista de Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 | ISSN 1989-7774 Página 

 ¿Para qué pensar? Reseña de “Contra la indiferencia”, de Josep Ramoneda [ed. Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, Barcelona, 2010] Susana Domínguez Manzano El periodista y filósofo Josep Ramoneda, actual director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, es conocido por el gran público, sobre todo, porque habitualmente colabora con el diario El País y la Cadena Ser. Recordaremos que, también, ha sido director del Instituto de Humanidades (1986-1989) y profesor de Filosofía Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona (1975-1990), y que entre sus publicaciones cabe destacar, al menos, Después de la pasión política (1999) y Del tiempo condensado (2005). En este breve ensayo que reseñamos a continuación, Contra la Indiferencia, Ramoneda aborda un tema de debate de la sociedad actual, el que se ha venido a presentar bajo la supuesta dicotomía seguridad-libertad, y reclama el uso público de la razón crítica frente a la indiferencia (acriticismo), siguiendo en todo momento el ideario del kantismo ilustrado. Fiel a su estilo aforístico y, por tanto, directo, comienza con un aviso: “las democracias occidentales en pérdida de calidad parecen ir directas al totalitarismo de la indiferencia” (p. 10). En esto se cifraría la actual decadencia de la civilización occidental y, en particular, de Europa. Este aviso es el tema fundamental de reflexión de la obra, que nos presenta estructurada en tres partes correspondientes con tres ámbitos de reflexión de la Filosofía práctica: la Política, la Estética y la Ética. Desde estos tres ámbitos analizará el “totalitarismo de la indiferencia” y tomará partido por la emancipación ilustrada en términos kantianos. En palabras del autor, el objetivo de este ensayo es defender que “el único ideal digno del hombre es la emancipación individual” (p. 9), es decir, la capacidad de pensar y decidir por sí mismo, según la formulación de Inmanuel Kant. Frente a la aceptación acrítica de lo que hay y de lo que nos cuentan, Ramoneda reclama una sociedad de “espíritus libres” que haga uso de la razón crítica para así evitar la indiferencia hacia la que deriva la sociedad occidental1 . Esta es la conclusión a la que nos hace llegar tras un lúcido análisis de Europa, que toma como punto de partida la construcción de la 1 El mismo llamamiento hacía Inmanuel kant en 1784, en su famoso opúsculo ¿Qué es la Ilustración?: “Mediante una revolución acaso se logre derrocar un despotismo personal y la opresión generada por la codicia o la ambición, pero nunca logrará establecer una auténtica reforma del modo de pensar; antes bien al contrario, tanto los nuevos prejuicios como los antiguos servirán de rienda para esa enorme muchedumbre sin pensamiento alguno. Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer uso público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por doquier: ¡No razones! El oficial ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor fiscal: ¡No razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡No razones, ten fe! Impera por doquier una restricción a la libertad. Pero ¿cuál es el límite que la obstaculiza y cuál el que, bien al contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso público de su razón tiene que ser siempre libre y es el único que puede procurar ilustración entre los hombres”. (Traducción de Roberto R. Aramayo, en ¿Qué es la Ilustración? Y otros escritos de ética política y filosofía de la historia, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pp. 85-86 ). Susana Domínguez Manzano | Reseña de “Contra la indiferencia” , de Josep Ramoneda “Duererías. Analecta Philosophiae”, Revista de Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 | ISSN 1989-7774 Página 2 modernidad desde el ideal de la Ilustración. Nos remite a la sacralización de la razón, - abandono de la crítica-, como origen de los totalitarismos. Define la identidad de Europa frente a la guerra civil. Afirma el error de la posmodernidad al proclamar el fin de la historia. Y reflexiona sobre el momento actual en que el miedo, la búsqueda de seguridad, está “anestesiando la libertad” y abocando al denominado “totalitarismo de la indiferencia”, que sólo podrá ser superado desde el ejercicio de la razón crítica. Así, en la primera parte del libro, Política, comienza definiendo los contornos de la tolerancia y de la libertad de expresión desde la pregunta por la indiferencia entre lo diferente como un motor de libertad o una forma de desactivarla. Y, cómo no, desde la “cultura del miedo” en que parece haber cristalizado esa indiferencia. El autor ejemplifica esta “cultura del miedo” con el debate que se suscitó hace algún tiempo sobre las caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca, ante el cual, nos dice, “la Europa aparentemente secularizada y laica ha demostrado un temor de Dios inaudito” (p. 28). El monoteísmo, afirma, es la pieza clave de los sistemas de dominación: un Dios, un Estado. Frente a ello hay que hacer emerger la polivalencia identitaria, el pluralismo que es el reconocimiento de que todos tenemos derecho a la palabra, que no significa el reconocimiento de todo. Si entramos en la indiferencia renunciamos al ejercicio de la libertad - la desactivamos, por tanto -. El monoteísmo es, también, el del mercado: la sociedad de consumo genera angustia, la angustia genera miedo, y el miedo funciona como arma de control social. La única salida es la emancipación, la capacidad de pensar por sí mismo y decidir por sí mismo. Llegados a este punto, analiza la actitud ilustrada desde las tres categorías clave de su definición: el yo, el pensar y el decidir. El Yo como individuo autónomo y su natural “insociable sociabilidad”. El Pensar, frente a la servidumbre voluntaria que marcan el hábito y la tradición, “pensar por sí mismo tiene que significar que todo es susceptible de crítica: no hay nada sagrado, (…). Lo único sagrado ha de ser la intimidad, la autonomía de la persona” (p. 38-39). Aquí tropezamos con otro de los desvíos hacia el totalitarismo de la indiferencia: “cuando desaparece el espacio propio de cada individuo; cuando las conversaciones privadas se hacen públicas; cuando hay cámaras y micrófonos hollando nuestra privacidad (…)” (p. 39). - Se advierten en esta frase los ecos de la magnífica obra de George Orwell, 1984 -. Ahora bien, ¿para qué pensar? “Pensar libremente para Decidir libremente”. “El primer objetivo de la razón crítica es el propio uso que de ella se hace” (p. 42). En la actitud ilustrada, nos recuerda, prima la subjetividad y la convicción de que no todo es posible. Lamentablemente, “los discursos de la posmodernidad (conformismo) y del fin de la historia convocaron el entierro de la razón ilustrada” (p. 44). Otro de los peligros de la sociedad occidental se esconde bajo el nombre de “multiculturalismo” que, como nos hace ver Ramoneda, supone fijar nuestros orígenes como criterio determinante de nuestra identidad. Y no sólo nuestros orígenes, sino también, nuestra religión: “Discursos como el choque o la alianza de civilizaciones reconocen a la religión el carácter primordial a la hora de determinar quiénes somos, de dónde somos y qué tenemos que hacer. Los resultados son evidentes: la idea de verdad se pierde en el laberinto de las creencias, las tradiciones y las imposiciones; la Susana Domínguez Manzano | Reseña de “Contra la indiferencia” , de Josep Ramoneda “Duererías. Analecta Philosophiae”, Revista de Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 | ISSN 1989-7774 Página 3 idea de bien se convierte en ideología de combate en unas sociedades temerosas de hablar mal del mal” (p. 50). Terminando su análisis político, recupera a Maquiavelo para negar a la política un ideal absoluto de referencia y evitar eludir la realidad: “El mal tiene dos caras: el abuso de poder o la servidumbre voluntaria” (p. 56). “El fin de la historia anunciaba la llegada de una sociedad en que la política ya podría ser sustituida por la simple administración de las cosas. Alcanzados los fines, ya sólo sería cuestión de los medios, los instrumentos. (…) Pero la historia no está dispuesta a retirarse tan fácilmente, (…) han reaparecido algunas de las más clásicas figuras del abuso de poder: etnicismo, el nacionalismo que excluye y el fanatismo religioso” (p. 57). En la segunda parte, dedicada a la Estética, el autor sostiene que la tensión entre democracia y capitalismo es una tensión permanente y necesaria en las democracias, “si no la hay, es decir, si los gobiernos proponen y el poder económico dispone, ante la indiferencia general, entonces la democracia deriva hacia el totalitarismo de la indiferencia”. A mitad del discurso nos encontramos con un Diccionario del malestar de la cultura; recupero, al menos, un término: indiferencia, “en política: proceso ideológico que consiste en desprestigiar la política y favorecer que la ciudadanía se desentienda de ella con el objetivo de construir un sistema en que los ciudadanos sean estrictos comparsas de la gestión de una oligarquía económico-política y mediática. Es lo que llamamos totalitarismo de la indiferencia” (p. 81). Ciertamente, la sociedad parece haber llegado a un grado de “servidumbre voluntaria” que se manifiesta en la indiferencia ante las pérdidas de libertad. Frente a esto, urge recuperar el sentido de la palabra. De ahí la fundamentalidad del teatro, presencia de la palabra, a pesar de la colonización de las tecnologías: “somos animales con máscara”. La recuperación de la palabra enlaza con la ética y la política, siguiendo el argumento de Aristóteles: “Somos el único animal que tiene palabra” y ésta nos hace animales políticos. “La palabra es el vehículo de la política democrática ya que se funda en la renuncia al uso de la violencia y en la sublimación del conflicto” (p. 105). Nos encontramos ya en la tercera parte del libro: Ética. Josep Ramoneda defiende que por encima de la paz se encuentra un valor más importante, la libertad. Efectivamente, la mera ausencia de guerra no es garantía de paz ni de “vida buena” y, sin embargo, “en nombre de la paz se han ido aceptando renuncias que suponen la debilitación de los valores democráticos básicos” (p. 123). La ciudadanía parece estar entrenada para no ver lo que “no se quiere” que se vea2 . “La libertad de expresión es cuestionada permanentemente en nombre de la seguridad y esto hace que la democracia se resienta”. Al parecer, nos estamos olvidando de que muchas de esas inseguridades surgen del crecimiento de las desigualdades y de que “nadie tiene derecho a exigir que sus ideas no pasen por el 2 “Tras entontecer primero a su rebaño e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a dar un solo paso fuera de las andaderas donde han sido confinados, les muestran luego el peligro que les acecha cuando intentan caminar solos por su cuenta y riesgo”. (Kant, I., ob. cit. p. 84). Susana Domínguez Manzano | Reseña de “Contra la indiferencia” , de Josep Ramoneda “Duererías. Analecta Philosophiae”, Revista de Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 | ISSN 1989-7774 Página 4 cedazo de la razón crítica, quienes aspiran a ese privilegio son las religiones, los nacionalismos y las ideologías totalitarias” (p. 107). Ha llegado el momento de plantear una alternativa al concepto de “multiculturalismo” y vendrá de la mano de Zygmunt Bauman, la “pluralidad o policulturalidad”. El primero, multiculturalismo, prima la pertenencia y en nombre de la diferencia se desliza hacia el relativismo. La propuesta del autor es la de una identidad abierta, que requiere sujetos emancipados, capaces de pensar y decidir por sí mismos. “Cada vez que Europa ha renunciado a su principal arma, la razón crítica que le permitió dar el gran salto a partir del Renacimiento, y ha entregado la razón al servicio de la voluntad de poder (…) se ha abierto el camino a la guerra civil y al desastre” (p 150). Europa debe defender la laicidad y la neutralidad institucional como territorio común a todos” (p. 151).”La peculiaridad de la identidad europea es su carácter de identidad abierta o trascendente, que no se define por la exclusión del otro, sino por la incorporación al nosotros de todos aquellos que rechazan la guerra civil, independientemente de su origen o procedencia” (p. 152). De modo que, en palabras de Husserl, “el mayor peligro para Europa es el cansancio”. Y, la manera de superarlo, advierte Josep Ramoneda, es “sólo convirtiendo la irritación en indignación y ésta en política podría romperse la espiral de la indiferencia. (…) Sólo cabe recuperar la razón crítica (…) el ideal ilustrado” 3 (p. 182)

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