miércoles, 9 de septiembre de 2015

SUPEDITACIÓN DE ESPAÑA

Carlos A. Trevisi, 9 de setiembre  2015

Como hemos dicho en varias ocasiones España está supeditada -que no integrada- a la UE. Digo "supeditada" antes  que "integrada" dado que la supeditación puede acabarse cuando las circunstancias que impone el supeditador dejan de satisfacer. La integración tiene más ligazón como para que un país pueda romper con los acuerdos que la han establecido dado que discurre por caminos que se han tendido a partir del afecto y de una puesta en común que prima sobre derroteros políticos o económicos.


La supeditación que se ha impuesto a España por parte de los que la felicitan por ser "la Alemania del sur de Europa" tiene a maltraer al gobierno que ha dejado de ser de España para ser de Alemania (perdón, quise decir de Europa).


La trampa en que ha caído Rajoy se manifiesta en que nos quieren hacer creer -creo que él mismo está convencido de que es así- que somos el país que más ha crecido  y el mejor valorado respecto de su potencial. Pese a tanto halago hemos perdido capacidad decisoria respecto de muchísimas variables -el desempleo, por ejemplo, la educación, un abaratamiento de la justicia y qué no en aras de compromisos financieros que han tenido a los bancos como principales destinatarios.


Cuando comenzó la inmigración de los sirios  que atravesaron Europa caminando kms y kms, padeciendo penurias incalculables, con sus pequeños hijos a cuestas, sin comida y sin agua, Rajoy dijo que no se podría aceptar más de 2500 inmigrantes; que aumentaron a 3500 en poco tiempo, a 5000 mil más tarde hasta que ayer  la vicepresidente  anunció que España aceptaría tanta inmigración como fuera necesaria. 

Este cambio de idea del gobierno tiene lugar cuando Mamá Merkel, que no había sido especialmente dulce con aquella niña que pidió asilo para sus padres, cambió de idea. Alemania alojaría alrededor de 30.000 inmigrantes, Francia unos 20.000 y España 15.000. Nada más significativo que esto que acaban de leer para ver claramente lo que significa supeditarse a los que detentan -que no ostentan- el poder.

Lo que hemos visto por televisión nos ha tocado a todos pero, al margen del dolor que pueda causarnos, hay una realidad que excede el marco afectivo. Las entrevistas que se hicieron por televisión mostraban gente de nivel universitario que hablan inglés lingua currente -envidia de Rajoy y de los periodistas cuyo inglés  macarrónico contrastaba con la fluidez de los niños que se acercaban a los micrófonos para explicar lo suyo. Pero más aún, esos chicos exhibían una capacidad reflexiva envidiable:  "Si detienen la guerra volveremos a nuestro hogar" y la niña del diálogo con la Merkel: "Ayúdeme para que pueda reunirme con mis padres",  es prueba de ello.  

Detrás de este dolor hay otro,  que nos tiene que afectar en lo más hondo de nuestra condición de españoles: ninguno de los inmigrantes ha elegido España como destino final;  ni para ellos ni para la educación de sus hijos. 

Acaso influidos por un discurso exitoso por parte del gobierno, o porque no vemos más allá de lo que percibimos, terminaremos por  enterrar definitivamente a los Unamunos y a los Cervantes e impulsando a los Santander y a los BBVA.


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