viernes, 18 de septiembre de 2015

EDUCACIÓN Y DELINCUENCIA

 EDUCACIÓN Y DELINCUENCIA.
 Por María Paz Trevisi
Abogada




El más seguro […] medio de prevenir los delitos es perfeccionar la educación”.

Cesare Beccaria.
1738-1794.


I

INTRODUCCIÓN.

El objeto de este trabajo es comprobar si guarda algún nexo causal el tipo de educación dispensada a los sujetos con la comisión de delitos por su parte.

Para ello, es preciso, en primer lugar, saber qué es la educación y, en segundo término, conectar dicho concepto con las Teorías Criminológicas más importantes, a fin de comprobar si, efectivamente, la educación impartida a las personas influye en su posterior conducta delictiva. Dicho de otra forma, las preguntas que se pretenden dilucidar son: ¿La ausencia de una adecuada educación puede ser causa de que un sujeto delinca? ¿Puede la educación prevenir la delincuencia?

Las principales Teorías Criminológicas en las que vamos a centrar nuestro trabajo son tres: Del Aprendizaje Social, de la Frustración y del Autocontrol.

Comprobaremos si dichas Teorías han tenido presente la falta de educación como origen de la delincuencia o, en sentido contrario, si la educación es una posible vía de prevención de la misma.

De todos modos, hemos de tener en cuenta que son muy numerosas las causas por las cuales se delinque y que la falta de educación, puede ser una entre tantas. Así lo afirma Lombroso, al considerar que no existe delito que no encuentre su raíz en múltiples causas, incluyendo, por supuesto, variables ambientales y sociales, como el clima, el abuso del alcohol, la educación o la profesión.

Por lo tanto, aunque la investigación no llegue a una conclusión rotunda, en la que se pueda afirmar con total certeza que la ausencia de educación es una causa de que exista la delincuencia en todos los casos, podremos ver si, al menos, es una variable que está presente en la mayoría de las personas que cometen hechos ilícitos.


 II

LA EDUCACIÓN.
¿Qué significa educar?
 “La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del  hombre
 sobre el mundo para transformarlo”.
Paulo Freire.
1921 – 1997.

Según la Real Academia Española, en su segunda acepción, “Educar” significa: “Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”

Cualquier experiencia  que tenga un efecto formativo en el modo de pensar, de sentir, o de actuar puede considerarse educativo.
 Una educación integradora logrará que el educando sea amplio para abarcar y tan abierto como para dejarse abarcar, combinación ésta que lo pondrá en común con los demás.

La educación se articula sobre tres pilares fundamentales: la familia, el ámbito académico y la calle. Dichos ámbitos, simultáneamente, van a contribuir de forma determinante en la personalidad del sujeto.

La educación satisface las potencias que nos caracterizan como seres humanos; transformadas éstas en actitudes gracias al proceso educativo, nos asumimos personas con visión de nosotros mismos y del entorno como para insertarnos en él según nuestras propias capacidades. La principal carencia de la educación contemporánea es que responde a  un diseño que no considera la naturaleza del aprendizaje, la libertad de elección o la importancia que tienen el afecto y los vínculos humanos en el desarrollo individual y colectivo.
 El proceso educativo cundirá si el hogar, la educación sistemática y la calle interactúan correctamente y tienen una influencia positiva en el sujeto.Demás estaría decir que el proceso educativo se da en el hogar y se continúa en los ámbitos académicos donde se irán desarrollando una férrea voluntad y una vida en común en la que se va descubriendo la otredad para compartir aquello que sintonice con nuestra forma de ser y, de no poder compatibilizar intereses desencontrados, aprender a ser tolerantes. Así, los ejes de nuestra vida futura serán aquellos que alienten salir al encuentro de los que nos son más allegados y aceptando a aquellos con los que guardamos una mera relación.
Cabe decir que el momento actual se caracteriza porque ninguna de las tres variables funciona con plena satisfacción. El hogar, porque el sistema lo ha reducido a “tener” antes que a “ser”; hace abandono del niño en beneficio del éxito, del afán por el dinero; nace carente de calidez. La educación sistemática adolece del trastorno de que se remite a las viejas fórmulas de hace 100 años cuando la sabiduría consistía en almacenar datos y carece de lo imprescindible para que los estudiantes desplieguen su imaginación y un afán investigativo primordial para la época que vivimos. Finalmente, la calle es un partido donde sólo ganan los que se han hecho al margen de los valores y del encuentro con los demás. Esta situación tan pobre en la que se encuentra el proceso educativo puede ser una de las razones por las cuales la delincuencia está en constante crecimiento en la mayoría de las sociedades.
Siguiendo el mapa conceptual expuesto, observamos que, con una educación íntegra el sujeto se desarrolla en un entorno (hogar – colegio – calle) libre, afectuoso, sereno, exigente y reflexivo gracias al cual es capaz de desarrollar plenamente actitudes de libertad – voluntad – inteligencia y afecto llegando a ser una persona comunitaria, solidaria, reflexiva, democrática y comprensiva.
Sensu contrario, cuando el ambiente en el que se cría el sujeto es conflictivo (violento, frío, impulsivo), sus potenciales actitudes se ven truncadas, dando lugar a un individuo inflexible, autoritario, convencional, materialista: uno idéntico a todos los demás que no ha logrado ser uno en sí mismo, distinto del resto pero cualificado para la puesta en común. El perfil de esta segunda clase de sujeto es más proclive a delinquir que el primero, dado que carece de valores sociales que lo hagan actuar considerando a los demás; respetando las normas de convivencia (recordemos que no es un sujeto comunitario, sino individualista, es impulsivo y agresivo con una serie de características propias que lo impulsan a la delincuencia). Tomando en consideración lo antedicho, podemos concluir en que, dependiendo del tipo de educación en la que se vea involucrado un sujeto, su personalidad se va perfilando de una forma u otra y ello conllevará a que tenga un determinado estilo de vida.


III

LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA DEL APRENDIZAJE SOCIAL

Desarrollaremos brevemente las ideas principales de esta teoría para luego estudiar si la infructuosa educación dispensada puede ser una de las causas de que delinca.

        La Teoría del aprendizaje Social indica que en la delincuencia existen multitud de variables que motivan y otras que previenen el delito. Así, la Teoría recurre a procesos y variables sociales, como es el caso de la familia y los grupos iguales (la calle), sin dejar a un lado la idea de que existan diferencias individuales que influyan en el comportamiento.

        La Teoría descansa sobre cuatro pilares esenciales:

1.   La asociación diferencial, consistente en que una persona se convierte en delincuente debido a un exceso de definiciones favorables a la infracción de la Ley frente a definiciones desfavorables a la infracción de la Ley. De este modo, si una persona se ve expuesta en un entorno donde prevalezcan definiciones favorables a la infracción de la Ley, tenderá a delinquir y viceversa, si se mueve en un ambiente en el cual prevalecen definiciones desfavorables al delito, tenderá a no delinquir. Las asociaciones influyen de forma diferente dependiendo de su intensidad, frecuencia, duración y prioridad. Respecto de la prioridad, ésta quiere decir que las asociaciones serán más influyentes cuando tengan lugar a edades más tempranas. Y, en lo referente a la intensidad, se refiere al afecto y respeto de la persona con la que uno se asocia.

2.   El reforzamiento diferencial, que no es otra cosa que la probabilidad de que alguien repita el acto según el resultado de la primera experiencia.

3.   Las definiciones que un sujeto realiza de un determinado comportamiento; cómo evalúa moralmente un hecho.

4.   La imitación de un comportamiento semejante a los que ha observado en las personas cercanas a él y, en segundo plano, en medios de comunicación o cine.

Por lo tanto, el comportamiento delictivo se aprende. El primer hecho delictivo tenderá a llevarse a cabo cuando prevalezcan definiciones favorables a la infracción de la Ley (asociación diferencial), o se quieran imitar comportamientos delictivos y los beneficios superen a las desventajas. Por último, las consecuencias del comportamiento conllevarán a que se repita el mismo o no (reforzamiento diferencial).

        Teniendo claras las ideas de esta teoría, vamos a intentar vincularlas a la educación, de tal forma que podamos descubrir si existe alguna relación entre ambos temas.

Centrándonos en el primer concepto (la asociación diferencial) observamos que una persona que se mueve en un entorno donde priman las definiciones favorables a delinquir, tenderá a cometer un hecho ilícito. Dicha aseveración tiene una estrecha relación con la educación que se le ha impartido. Recordemos que la educación satisface las potencias que nos caracterizan como seres humanos; transformadas éstas en actitudes gracias al proceso educativo, nos asumimos personas con visión de nosotros mismos y del ENTORNO COMO PARA INSERTARNOS EN ÉL SEGÚN NUESTRAS PROPIAS CAPACIDADES. Por tanto, si un sujeto no tiene desarrolladas correctamente sus actitudes por la pobre educación que ha recibido, se insertará en un ambiente proclive a tener definiciones favorables a la infracción de las normas, dado que su personalidad carece de los valores que pueden dejarle ver lo reprochable de su conducta.
En estrecha relación con lo expuesto anteriormente, el tercer concepto entra también en juego. Es decir, el modo que tenga un sujeto de definir un determinado comportamiento, valorándolo MORALMENTE, dependerá de los valores que le hayan sido inculcados a través de su educación, de tal forma que si se ha visto privada de ella, tenderá a ver un hecho delictivo como algo no reprobable, porque no tendrá la capacidad suficiente para darse cuenta de que “eso está mal”.

Las causas que pueden sustentar un aprendizaje delictivo tienen que ver con la cercanía de contactos desfavorables. Una educación pervertida por un modelo de vida que conduce a muy poco, solo puede derivar en actitudes personales de poca valía moral. El campo de acción del delito al que accede un principiante tiene como única referencia el grupo a través del cual nace la vinculación. La relación que guarda el iniciado con el grupo, primer escalón del recorrido, es resultado de una educación previa que lo ha apartado de otros intereses a los que podría haber accedido de no haber sido por esa etapa previa de soledad e imposibilidad de participar en otros ámbitos. No pasará mucho tiempo hasta que su esfuerzo por pertenecer al grupo derive en una imitación de su “superior”. Siendo así su escasa percepción de la realidad lo va envolviendo cada vez más en el delito.
En el mapa sobre educación que presenta este trabajo se plantea con toda claridad el devenir de aquellos que pueden caer en el delito a partir de sus antecedentes educativos. Se comprueba así que cuando el proceso educativo se caracteriza por la violencia, la frialdad, el servilismo, la complacencia y la escasa meditación, se provenga de la categoría social de la que se proviniese, el resultado es el mismo, sin importar la calidad de la actividad delictiva.
        Finalmente, cabe destacar algunos programas de prevención y control del delito y de rehabilitación del delincuente que han sido exitosos y se basan en los principios de las Teorías del Aprendizaje Social. Estos programas se centran, fundamentalmente, en delincuentes reincidentes, es decir, personas que ya han cometido delitos con anterioridad y que a menudo se encuentran en prisión cuando participan en el programa. Existe una amplia diversidad de cursos. Así, siguiendo la clasificación de MacKenzie: los de educación académica, los de habilidades para la vida, los de educación vocacional y de trabajo, etc. Y está contrastado que dichos programas reducen de forma efectiva la delincuencia futura de los participantes. Sin embargo, los programas más efectivos para la reducción de la reincidencia son aquellos que se basan en intervenciones cognitivo-conductuales. Se trata de aproximaciones mixtas, que afectan tanto a las formas de pensamiento como al propio comportamiento. Su fundamento básico radica en el MODO EN QUE UN INDIVIDUO PERCIBE EL AMBIENTE QUE LO RODEA Y PIENSA SOBRE EL MISMO Y SU PROPIA VIDA, TODO LO CUAL  INFLUYE DE MODO DECISIVO EN SU CONDUCTA. Y, como hemos estado observando a lo largo de todo el trabajo, esta es la definición perfecta acerca de lo que es EDUCAR. Recordemos nuevamente su definición para ponerla en común con la idea principal de estos programas:
“La educación satisface las potencias que nos caracterizan como seres humanos (voluntad, libertad, inteligencia y afecto); transformadas éstas en actitudes gracias al proceso educativo, NOS ASUMIMOS PERSONAS CON VISIÓN DE NOSOTROS MISMOS Y DEL ENTORNO COMO PARA INSERTARNOS EN ÉL SEGÚN NUESTRAS PROPIAS CAPACIDADES”
Por lo tanto, podemos deducir del éxito de estos programas que existe una estrecha relación entre la educación y la prevención del delito, ya que si un sujeto delinque por carecer de los valores propios de una persona educada, aquél puede reconducir su comportamiento antisocial con su reeducación.

  
IV

LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA GENERAL DE LA FRUSTRACIÓN.

        Siguiendo el mismo esquema que en el capítulo anterior, haremos una breve exposición de los principios sobre los que versa la Teoría General de la Frustración para, posteriormente, estudiar si la educación encuentra su lugar en  la misma o no.
        Se trata de una teoría que recurre a variables referidas a los individuos para explicar el comportamiento delictivo de los mismos. La clave es que se centra en relaciones negativas con otros, en las que el individuo no es tratado como él quisiera o debería serlo. El delito se explica por la presión que ejercen estados afectivos negativos, tales como la ira u otros semejantes.
        La teoría reconoce tres fuentes principales de frustración:
     1.   Cuando no se logran metas valoradas positivamente que uno se ha propuesto. Esto tiene lugar cuando existe una diferencia entre las aspiraciones y las expectativas de uno. También se da cuando se produce un desfase entre las aspiraciones y expectativas de alguien y lo que realmente consigue, y, finalmente, puede aparecer cuando lo que uno considera un resultado justo o equitativo no coincide con lo que realmente logra.

    2.   Cuando a uno le quitan o amenazan con quitarle estímulos valorados positivamente. A modo ejemplificativo, se incluiría en este precepto la expulsión del colegio, el divorcio de los padres, etc.

 3.   Cuando se está expuesto o hay una amenaza a exponerse a estímulos valorados negativamente. Por ejemplo, haber sufrido abusos en la infancia, cuando se tienen relaciones negativas con personas cercanas…Estas tres fuentes de frustración son más bien ideales y tienden a solaparse unas con otras, produciendo sensaciones negativas en el individuo, sobre todo ira, que pueden llevar a que un sujeto delinca. La clave de la frustración se encuentra en la acumulación de relaciones negativas. Lo decisivo es cómo un individuo experimente la misma y sus consecuencias, de modo que se trata de algo subjetivo. Ante una situación de ira el sujeto tiende a tomar alguna medida, por ejemplo la de adoptar una estrategia para afrontar la frustración. Es esencial resaltar que, en efecto, el delito sólo representa una posible respuesta a la frustración; sólo algunos individuos en ese estado recurren al delito.
Un punto importante es aclarar cuándo un sujeto tenderá a recurrir al delito ante una situación negativa, ya que tiene otras alternativas. Dicha decisión se encuentra influenciada por una serie de limitaciones y disposiciones al delito y al comportamiento ilícito.
Si el individuo carece de valores, metas o identidades alternativas en los que refugiarse ante estímulos negativos, verá limitadas sus posibilidades de actuación, recurriendo así al delito.
Por otro lado, el recurso al delito puede verse favorecido por el hecho de que el sujeto tenga una especial disposición hacia el mismo. Agnew afirma expresamente que esta disposición es una función de ciertas variables del temperamento, del aprendizaje previo, de las creencias y de a qué achaque las causas de su adversidad.

La Teoría de la Frustración y su conexión con el concepto de educación.

 En efecto, hallamos vínculos muy estrechos entre la educación impartida a un sujeto y el comportamiento que experimenta frente a estímulos negativos.
La Teoría manifiesta que es fundamental aclarar cuándo un individuo va a delinquir en respuesta a estímulos negativos, habida cuenta de que tiene otras alternativas y señala que, dicha decisión es tomada por sujetos que, o bien carecen de valores y/u objetivos en su vida que limitan sus posibilidades de actuación a delinquir o que tienen una especial disposición al delito según su temperamento, su aprendizaje previo, etc.

De lo expuesto podemos llegar a conclusiones muy similares que cuando estudiamos la Teoría del Aprendizaje Social ya que, dependiendo de la educación que reciba una persona, ésta podrá afrontar las adversidades de una forma u otra, recurriendo al delito o no.
Así, un individuo que tiene valores integrados y un objetivo vital, por haber sido educado a tales efectos, va a saber manejar los estímulos negativos que se le presenten obviando por completo la alternativa del delito, dado que, gracias a su formación, es consciente y capaz de afrontar el problema a través de otros numerosos recursos. Y es justamente lo contrario a lo que le sucede a un sujeto carente de cualquier valor y meta en la vida, ya que ni siquiera es susceptible de reconocer otras vías que no sea la delictiva para sobrellevar su situación.
Del mismo modo ocurre con aquellos individuos que tienen una disposición al delito y el mismo Agnew afirma que una de las variables que conducen a delinquir es la educación previa recibida por el sujeto o su temperamento, también íntimamente relacionado con la educación dispensada.
En conclusión, los factores que generan la frustración son relativos y pueden ser diferentes en cada persona: en algunas, tales factores causarán frustración mientras que en otras puede no generar ningún problema. Esto depende del marco educativo en el que hemos vivido durante la infancia que puede haber hecho mella volviéndonos vulnerables.
Por otra parte, la vida a la que nos obliga el medio social en el que vivimos, cuanto más exigente sea éste, más puede lograr que un deseo no satisfecho nos empuje a la frustración. Las exigencias del entorno laboral serán los más proclives a que caigamos en un estado de frustración, ya que, si la competencia que se establece para aspirar a más no se logra, una sensación de fracaso empuja  a la frustración.
Por lo general sucede en las sociedades industrializadas que someten al individuo a la competencia en un afán por el éxito. “El potencial de frustración en general es mayor en las personas que viven en las ciudades industrializadas que aquellos que viven en sociedades primitivas, más sencillas”. Carl Whitaker.

Muchas veces la frustración se debe a que la gente se fija metas que no se corresponden con sus capacidades intelectuales o volitivas, poco realistas es de decirse, lo cual hace que sea muy difícil alcanzarlas.
La frustración puede derivar en pensamientos autodestructivos, ansiedad, rabia, depresión, angustia o ira. Estas respuestas ante la frustración son en gran medida un mecanismo reflejo de defensa que surge involuntariamente. Los mecanismos de defensa más frecuentes son:
 La ansiedad, que se manifiesta, por ejemplo con movimientos involuntarios de parte del cuerpo; la identificación que se da cuando nos identificamos con alguna idea o sentimiento y asumimos ciertas características de la persona o personas admiradas. Es en esta situación que el individuo puede perder su identidad; la Evasión es una forma de renunciar a un proyecto por incapacidad para alcanzar la meta que se había propuesto; es entonces cuando abandona la lucha; la agresión, ya sea verbal o física. La frustración por no poder alcanzar las metas fijadas atribuyendo a terceros la responsabilidad de su fracaso. Es muy frecuente que esto suceda cuando los hijos, ya mayores, no alcanzan a superar los niveles intelectuales, y afán por lograr las metas que han alcanzado los progenitores. La violencia que muestran los adolescentes respecto de sus padres se acrecienta cada vez más; la depresión surge del intento de no poder manejar acontecimientos que el individuo no está en condiciones de procesar. Se caracteriza por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas; la angustia es un temor opresivo derivado de no poder afrontar la frustración que se plantea ante la agresión que representa lo que se desconoce o lo que el individuo no sabe resolver. La ira se entiende como apetito o deseo de venganza; pasión que causa indignación y enojo; repetición de actos de saña, encono o venganza


 V

LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA DEL AUTOCONTROL

        Esta teoría considera que las personas tienen una tendencia a delinquir que se consumará salvo que exista algún motivo que se lo impida, motivos que tienen la naturaleza de controles sociales informales. Los controles que impiden que un individuo delinca pueden ser tanto internos como externos.      
        En el surgimiento y efectividad de estos controles desempeña un papel decisivo la familia, tanto por la socialización que ofrece a los hijos como por la propia vigilancia a que los somete. Hirschi resume los mecanismos de prevención de la familia mediante una correcta educación (la familia puede enseñar autocontrol a los hijos); mediante la restricción de actividades de los hijos, vigilándolos o preocupándose por ellos; mediante el fomento del cariño, el respeto o la dependencia entre sí de los miembros de la familia; mediante la vigilancia de la casa de posibles asaltantes, mediante el cuidado y la preocupación de los miembros de la familia.
      La investigación contemporánea ha destacado la importancia de la familia para la explicación del delito, aunque se reconoce que variables como el colegio o los pares (la calle) tienen la misma o mayor influencia en el sujeto.
        Para la teoría del Autocontrol, la criminalidad es consecuencia de un autocontrol bajo e incluye un segundo factor determinante: la oportunidad.
A partir de estas premisas, hay que preguntarse cuáles son las características del delito y los delincuentes:
1.   Los delitos son actos que requieren muy poco esfuerzo.

2.   Los delitos son resultado del aprovechamiento de una oportunidad y no producto de una planificación.

3.   Los delitos, normalmente, no producen los resultados esperados por el  delincuente.

4.   Los delincuentes tenderán a ser sujetos orientados a gratificaciones inmediatas y difícilmente capaces de sacrificar ventajas inmediatas en favor de beneficios a largo plazo. Son impulsivos, amantes del riesgo.

5.   Los criminales son versátiles, en el sentido de que tienden a cometer una amplia gama de ilícitos.

6.   Más allá, los delincuentes tienden a llevar a cabo otros comportamientos desviados, como el consumo de alcohol y drogas.

De acuerdo con esta teoría, las personas que más delinquirán son aquéllas con un autocontrol bajo y las características de este tipo de sujetos encajan perfectamente con las descritas en las líneas precedentes.
El autocontrol bajo es el resultado de que no se pongan los medios adecuados para su desarrollo. Éste se da ante la ausencia de disciplina, educación.
Una educación inefectiva del niño en la familia es el origen principal de un autocontrol bajo. Una educación correcta se caracteriza por una serie de elementos:
-     El seguimiento de un buen comportamiento.
-     El reconocimiento de un comportamiento desviado cuando éste se produce.
-     El castigo de tal comportamiento
Una variable que parece estar muy relacionada con el delito es la educación errática. Cuando en la familia no se favorece una buena educación, se  dificulta enormemente que el sujeto desarrolle un buen autocontrol y tienda a incurrir en comportamientos desviados e incluso delictivos. Cuando la socialización ha sido insuficiente, es posible que el niño aprenda el autocontrol mediante otras instituciones, como es el caso de la escuela.
El autocontrol es una característica que se fija a una edad muy temprana en la vida de las personas (8 – 10 años) y que se mantiene relativamente constante a partir de este momento.
Esta teoría incluye un segundo elemento, cual es, la oportunidad para delinquir. De esta forma, la clave para que un sujeto delinca tiene lugar bajo dos premisas: un sujeto con un autocontrol bajo y que se encuentra con la oportunidad de delinquir. Sin embargo, el factor “oportunidad” ocupa un segundo plano en la teoría, por lo que no nos adentraremos mucho en su análisis.
En resumidas cuentas, una oportunidad delictiva tiene escasa relación con el comportamiento delictivo siempre que el sujeto que se cruce con ella no tenga un autocontrol bajo. Las personas con autocontrol alto resistirán las tentaciones de las oportunidades para delinquir. Ésta teoría guarda unos vínculos estrechísimos con el concepto de educación, tal y como lo entendemos nosotros.
Dicha aseveración se basa en el hecho de que esta teoría encuentra la respuesta a porqué delinque un sujeto fundamentándose en los controles sociales informales del mismo. Y dichos controles no son otros que la familia, la escuela y los pares. En efecto, si dichos controles son ineficaces, el individuo tenderá a delinquir por carecer de autocontrol. Y, si nos fijamos tanto en el mapa conceptual como en el desarrollo de este trabajo, podemos reparar en que  los factores intervinientes en el proceso educativo no son otros que la familia, la escuela y la calle (o lo que los teóricos denominan pares). De hecho, los mismos teóricos afirman que “El autocontrol bajo es el resultado de que no se pongan los medios para su desarrollo. Éste se da ante la ausencia de disciplina, educación”. Por lo cual, la causa principal de que existan individuos que delinquen la encuentran en la ineficaz educación que han recibido los mismos y que, como consecuencia de esa carencia, han desarrollado un autocontrol bajo.
Por otro lado, si nos atenemos a las características de los delincuentes, esta teoría los describe como impulsivos, amantes del riesgo y que, por lo general, tienden a cometer otras actividades desviadas, como consumir drogas y alcohol. Yendo nuevamente al mapa conceptual, encontramos que, en la vertiente de los individuos que no han recibido una fructífera educación, las características se asemejan enormemente con las que aluden los teóricos al describir a los delincuentes: son personas irreflexivas, inconsecuentes, materialistas…

Finalmente, la Teoría del Autocontrol aboga por una política de prevención del delito, en el sentido de que el mecanismo más eficaz para evitar la delincuencia es previniendo la misma, a través del desarrollo del autocontrol a edades tempranas del sujeto. Y, en este sentido, también coincide con nuestra idea de que la educación es el mejor método para prevenir la delincuencia.

VI

CONCLUSIONES.
No es la falta de educación únicamente la que impulsa las circunstancias que coadyuvan al crimen. Ha quedado probado, sin embargo, que un proceso educativo que aliente una personalidad con actitudes templadas es un punto de partida para prevenir la delincuencia.
Según hemos dejado reflejado con anterioridad, la relación que guarda la educación con el delito depende de muchos factores que se entrecruzan; en lo general serían el lugar, el tiempo, la sociedad, la cultura, la historia, lo económico y hasta el clima; y en lo que atañe a cada uno, la inteligencia, la voluntad, el afecto y la libertad, sin que esto último deje de depender, claro está, de los factores generales a los que aludo más arriba. Por lo cual y según adelantábamos en la introducción de este trabajo, la débil educación impartida a un sujeto no es la única causa de que éste delinca, pero sí es verdad que puede considerarse como uno de los factores que está presente en la mayoría de los casos.
Hemos llegado a esta conclusión a través del análisis de las Teorías Criminológicas más importantes de la materia, hallando íntimas conexiones entre los principios e ideas que desarrollan cada una de las mismas con el concepto de educación plasmado en este escrito, manifestándose de forma sobresaliente los resultados con la Teoría del Autocontrol.
Siendo que la educación es un método de prevención del delito, no debemos descuidarla, sino todo lo contrario. Debemos tomar conciencia de que es menester recrear actitudes de entrega que favorezcan la relación de modo que podamos salir al encuentro de los demás; entender que la comunidad está integrada por la gente que vive en nuestras inmediaciones y que una sociedad es un gran grupo de personas que vive en un lugar, tal como un país.
Es de destacar igualmente que estamos viviendo circunstancias de todo orden que desatan una gran irresponsabilidad que puede terminar en delito. Me refiero al mundo de la diversión y la distracción que  todo lo invade eludiendo valores y nos arrastra a la dispersión. Vamos entrando en un momento en el que el sistema nos atomiza.
Hay que recrear valores que induzcan a una vida en familia distinta, a una educación que impulse la imaginación  y la investigación a través de una integración entre ambas y los datos, en un proyecto integrado que aliente el descubrimiento de nuevas variables.

El problema mayor será la calle, tal cual hemos denominado en el mapa de educación al tercer elemento en juego en el proceso educativo a cumplimentar. La calle –el sistema económico-financiero que todo lo abarca, los medios, la televisión, el periodismo y qué no- ha transformado el mundo en un sálvese quien pueda, raíz de todos los males, no solo ya del crimen, sino del egoísmo y de un afán por el éxito que impulsan al delito y a la estupidez.

         El proceso educativo cundirá si el hogar, la educación sistemática y la calle interactúan correctamente y tienen una influencia positiva en el sujeto.
Demás estaría decir que el proceso educativo se da en el hogar y se continúa en los ámbitos académicos donde se irán desarrollando una férrea voluntad y una vida en común en la que se va descubriendo la otredad para compartir aquello que sintonice con nuestra forma de ser y, de no poder compatibilizar intereses desencontrados, aprender a ser tolerantes.
Así, los ejes de nuestra vida futura serán aquellos que alienten salir al encuentro de los que nos son más allegados y aceptando a aquellos con los que guardamos una mera relación.
Cabe decir que el momento actual se caracteriza porque ninguna de las tres variables funciona con plena satisfacción. El hogar, porque el sistema lo ha reducido a “tener” antes que a “ser”; hace abandono del niño en beneficio del éxito, del afán por el dinero; nace carente de calidez. La educación sistemática adolece del trastorno de que se remite a las viejas fórmulas de hace 100 años cuando la sabiduría consistía en almacenar datos y carece de lo imprescindible para que los estudiantes desplieguen su imaginación y un afán investigativo primordial para la época que vivimos. Finalmente, la calle es un partido donde sólo ganan los que se han hecho al margen de los valores y del encuentro con los demás.
Esta situación tan pobre en la que se encuentra el proceso educativo puede ser una de las razones por las cuales la delincuencia está en constante crecimiento en la mayoría de las sociedades.
Siguiendo el mapa conceptual expuesto, observamos que, con una educación íntegra el sujeto se desarrolla en un entorno (hogar – colegio – calle) libre, afectuoso, sereno, exigente y reflexivo gracias al cual es capaz de desarrollar plenamente actitudes de libertad – voluntad – inteligencia y afecto llegando a ser una persona comunitaria, solidaria, reflexiva, democrática y comprensiva.
Sensu contrario, cuando el ambiente en el que se cría el sujeto es conflictivo (violento, frío, impulsivo), sus potenciales actitudes se ven truncadas, dando lugar a un individuo inflexible, autoritario, convencional, materialista: uno idéntico a todos los demás que no ha logrado ser uno en sí mismo, distinto del resto pero cualificado para la puesta en común.
El perfil de esta segunda clase de sujeto es más proclive a delinquir que el primero, dado que carece de valores sociales que lo hagan actuar considerando a los demás; respetando las normas de convivencia (recordemos que no es un sujeto comunitario, sino individualista, es impulsivo y agresivo con una serie de características propias que lo impulsan a la delincuencia).

Tomando en consideración lo antedicho, podemos concluir en que, dependiendo del tipo de educación en la que se vea involucrado un sujeto, su personalidad se va perfilando de una forma u otra y ello conllevará a que tenga un determinado estilo de vida.

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