sábado, 25 de julio de 2015

OPUS DEI: LA ORGANIZACIÓN DE LOS ANÓNIMOS

Opus Dei: la organización de los anónimos

23.07.15 | 13:14. Archivado en Acerca del autorIglesiaOpus Dei
En estos últimos meses especialmente, pero en realidad desde hace bastantes años compruebo que el Opus es la organización de los anónimos. Alrededor del Opus Dei, todo son anónimos. Por ejemplo, la inmensa mayoría de los comentarios que me hacen a lo que escribo son anónimos, las intervenciones de los exmiembros también son anónimas y en los debates sobre el Opus tanto a favor como en contra aparecen la mayor parte de los que intervienen prefieren mantener en el incógnito quienes son. Exmiembros que me escriben directamente me dicen cosas interesantes, pero no quieren salir públicamente. Los miembros del Opus en política o en la magistratura no manifiestan públicamente su pertenencia.
Yo me pregunto cuál es la razón de tanto anónimo, el por qué las personas que están todavía o han estado en el Opus cuando salen a la luz pública no quieren dar su nombre real. Se perfectamente que, entre los que pertenecen no hacer pública su pertenencia al Opus es una de las indicaciones que se dan a todos los miembros. Los de fuera no quieren que se conozcan sus nombres ligados a sus reales opiniones sobre lo que sucede dentro. Luego es una suma de anónimos, tantos los de dentro como los de fuera escriben de modo anónimo.
Hablar sin dar la cara es una carencia en la comunicación humana, somos personas con rostro y este es el que da valor confirmando nuestras afirmaciones con el valor de nuestra persona. Actuar anónimamente es una despersonalización. Esa despersonalización implica una carencia de responsabilidad, se puede tirar la piedra y esconder la mano.
Además actuar anónimamente quita la mayor parte de la eficacia a la comunicación a efectos de opinión pública. Para movilizar la opinión pública las víctimas tienen que aparecer, indicar dónde se han violado sus derechos. Aun siendo las opiniones que se vierten sobre el Opus de una forma abrumadoramente mayoritaria negativas, hay pocas caras en ese mundo de las opiniones sobre el Opus y por ello también pocos cambios.
Esto lleva a plantearse las razones de tanto anonimato y una de ellas, evidente, es que hay mucho miedo entre todas esas personas. Hay mucho miedo al Opus entre los que salen y hay también miedo entre los del Opus a manifestar que se pertenece. De hecho un blog escrito por una exmiembro, Ana Azanza, lleva precisamente ese nombre: «Sin miedo al Opus Dei» y las alusiones a que no hay que tener miedo son constantes. Un exnumerario, ya de más de sesenta años me escribe diciendo que no quiere que su mujer se entere que me escribe. Estas alusiones a que la familia no se entere son constantes. Es decir las personas prefieren vivir sin que su entorno cercano se entere de su opinión real sobre el Opus.
El miedo es una emoción que detecta una necesidad de seguridad. Es algo muy profundo en el hombre, casi conectado en las profundidades de la psique con las necesidades básicas. No hay seguridad en las personas cuando la organización Opus Dei aparece, estés dentro o fuera.
Mi conclusión es que el Opus crea alrededor esa inseguridad en las personas, de todas, estén a favor o en contra. Es una percepción de autoridad moral, apoyada en aprobaciones de la Iglesia, incluyendo el reconocimiento de un santo y de un beato; es el hecho de ganar en los tribunales cuando se presentan casos contra la institución; es la percepción de poder y de actuar de una forma bien organizada para defender sus objetivos; es el hecho de que quienes salen tienen la sensación de ser proscritos, a pesar en muchos casos de haber sufrido durante años y haber aguantado presiones sobre la conciencia y en la vida personal; … Es quizás la suma de todas estas cosas y algunas más lo que elimina la eficacia de esa opinión pública contraria al Opus: no se apunta a elementos de delito que hayan efectivamente hecho daño a las víctimas; tampoco se piensa que haya nada que exigir a la institución, ningún derecho que esté infringiendo, y esto a pesar de reconocer de forma generalizada que incumple, por ejemplo, derechos laborales, al no asegurar la pensión y la vivienda a quienes han trabajado directamente en la organización (trabajos internos), a pesar también de que muchos conocen de forma detallada elementos de control que se utilizan internamente en el Opus y de que el número de los damnificados es muy elevado, mucho mayor que el número de los que están dentro, pero esos “pocos” controlan eficazmente la situación.
Puestos así, a pesar de que gran parte de la opinión pública piensa que el Opus es una secta, sin paliativos, no hay una oposición eficaz que pida reformas concretas exigibles a cualquier organización que actúe en una sociedad democrática. A su vez la institución no entra en los debates que se montan alrededor de sus prácticas. Tampoco da los nombres de los miembros, aunque estos ocupen cargos públicos o de la magistratura, a pesar de la estricta prohibición de la Constitución Española (22,5): “Se prohíben las asociaciones secretas”, en general sigue actuando tanto dentro del Estado como dentro de la Iglesia de un modo oscuro.
De este modo la estrategia de comunicación del Opus Dei tiene 3 polos, páginas web e información oficial, extremadamente laudatoria con la institución y que no entra en los debates sobre sus disfunciones. El segundo polo son los comentarios a favor anónimos en los debates muy ácidos sobre la institución. En esta zona anónima el Opus se maneja perfectamente dando instrucciones a los miembros sobre cómo participar. Un tercer polo, de los exmiembros, también anónimo, que indican fuertes disfunciones de la institución.
El resultado es un estancamiento de la opinión pública sobre el Opus, ahogada con el arma del anonimato. La situación está como el Opus quiere que esté.

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