miércoles, 8 de abril de 2015

NUESTRO PARTIDO POLÍTICO (VI): LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO.

Por Carlos A. Trevisi


La sociedad del conocimiento y el mundo que se avecina

La sociedad que se avecina será la sociedad del conocimiento. El conocimiento será la llave del mundo futuro y los hombres que lo posean serán llamados a  ser el grupo dominante en el ámbito del trabajo.
El conocimiento tiene dos o tres características que lo distinguen.

La primera es que se expande mucho más velozmente que el dinero. No reconoce  barreras en su expansión y su adquisición dependerá de la ecuación personal de cada uno.
La segunda es que , pese a ser de crecimiento vertiginoso,  la educación sistemática que se brinde en los ciclos de escolarización lo pondrá al alcance de cualquiera .
La tercera, verdaderamente preocupante, es que potencia para el éxito, pero no lo garantiza, lo cual empujará  a la sociedad a una competitividad  que ya empieza a asomar –sólo eso, asomar- en el momento actual.

Tanto las instituciones –no sólo las del estado, sino todas en general: las escuelas, institutos, universidades, ONGs, hospitales- como las personas, tendrán que ser “globalmente” competitivas, pues gracias a Internet y a la velocidad con que viaja la información, ésta, como ya sucede en la actualidad, estará presente en todas partes al mismo tiempo. Así, si bien la mayor parte de las actividades seguirá teniendo lugar  localmente y seguirá suministrando a los mercados locales, la expansión de sus ofertas llegará al mundo entero.

En el ámbito de la escuela donde, como hemos dicho “la educación sistemática que se brinda en los ciclos de escolarización pondrá el conocimiento al alcance de cualquiera”,  habrá que  producir cambios para que esto suceda.
La escuela del futuro –veinte años vista- convivirá con la actual que,  aún para los parámetros de hoy día  carece de vitalidad: su personal desactualizado, es repetitiva, ha caducado  como depositaria de valores para retransmitir a los educandos, ajena al marco educativo como generadora de personalidades nuevas,  está sólidamente instalada en brindar datos inconexos que poco aportan a los chicos, cerrada, fuera de la realidad y mil detalles más que cada cual podrá aportar  a partir de sus propias experiencias (adivinemos de qué escuela estoy hablando).
La nueva escuela del futuro se está gestando desde ahora (y no quisiera reiterar lo de la adivinanza porque ya sabemos a cuales me refiero) ya ha comenzado a lanzar a sus alumnos al mundo exterior para que reconozca otras vertientes del conocimiento (como he comentado en algún artículo anterior, el proyecto que ha autorizado el contacto entre jóvenes de Europa a través del Modelo de Parlamento Europeo,  ha llegado también a las escuelas públicas, que excepcionalmente han aprovechado sus ventajas).

Los hombres  del futuro –nuestros jóvenes de hoy- tendrán que poder reconocerse en el mundo entero como nos reconocemos hoy día todos aquellos que hemos superado la barrera de la mediocridad: en todas partes del mundo tenemos “amigos” que piensan –aunque no necesariamente como nosotros- que son sensibles, que son capaces de la utopía,  que luchan más allá del éxito en esa batalla continua contra la medianía, que han vislumbrado –intuido- un mundo distinto en el que saben que tendrán que insertarse sus hijos, que hablan de paz, de puestas en común...

Del mismo modo, nuestros jóvenes tendrán que incorporarse a ese nuevo mundo como hacedores de realizaciones, más que como meros testigos. Las puesta en acto del conocimiento exige datos, certezas, información y debemos brindarles el herramental imprescindible para que abran caminos junto con otros como ellos, aunque vivan en Japón o en La india. 


La población escolar incluye chicos que no tienen interés, –acaso por falta de antecedentes familiares y no por su culpa, pero de hecho no tienen interés- otros que no tienen capacidad y algunos más  a los que la vida ha llevado por distintos derroteros muy alejados de la contracción y el encierro que significa abocarse al estudio.

Si este mundo del futuro es para cualquiera –es decir para TODOS- nuestro deber es apuntar a aquellos que el sistema naturalmente expurga: nuestros chicos de la escuela pública.
Partiendo de estas premisas, bajemos a hora a nuestro pueblo, Guadarrama.
¿Es nuestro problema la falta de un edificio para crear otro colegio o la falta de un proyecto educativo revolucionario que contemple un  futuro que se basa en la veloz expansión del conocimiento, en una educación sistemática que deberá ponerlo al alcance de todos y en la falta de garantías que habrá de ofrecer?

En El País aparece una artículo que tiene que ver con un “proyecto educativo revolucionario”: “Educación liberaliza los horarios, los días lectivos y el currículo en los colegios públicos y concertados”. La medida reza: “para poder desarrollar al máximo  las capacidades, formación y oportunidades de los alumnos, los centros podrán ampliar el currículo, horario escolar y días lectivos”
CCOO desaprueba la novedad: “los públicos no van a poder  ampliar nada, no pueden modificar el calendario y ,desde luego, tampoco el currículo si la Administración no manda más profesores para ello. No podemos decirle a los profesores que trabajen más tiempo del estipulado”.
Al margen de la justicia que encierra la negativa, está clarísimo que estamos diciendo que “no” desde el siglo XIX y no sabemos decir que “SI” desde el siglo XXI.
Y no deja de ser curioso. Manejamos nuestros intereses desde la realidad actual –ordenadores, banca, créditos, especulación de mercado- pero abordamos los derechos que nos asisten como cuerpo social como si nada hubiera cambiado desde que apareció el teléfono. ¿Es que recién ahora comienza a ocurrirnos que los ordenadores, la banca  los créditos y la realidad del mercado también tienen que ver con la educación sistemática?

Me pregunto seriamente qué pasaría si  los directores de la escuela pública convocaran a las fuerzas vivas del pueblo, les presentaran un proyecto de cambio que favoreciera a los chicos y pidieran colaboración para sacarlo adelante. Todo bien armadito; con la participación del ayuntamiento en materia logística, de la Subdirección Territorial en apoyo de la “Revolución didáctico-pedagógica” de Guadarrama, con el AMPA, con la FAPA, con los colegios universitarios especializados de la Complutense... y con los políticos (que sacaríamos buen provecho del cambio y tendríamos que estar en primera línea para prestar apoyo al director). Me pregunto nuevamente, ¿Qué pasaría?

Si nosotros somos políticos, lo que se dice políticos, nuestra tarea es abordar a los padres para que reflexionen acerca  de lo que está pasando y va a pasar en el mundo en el que van a vivir sus hijos y ellos mismos ya sin fuerzas,  y a los maestros, para involucrarlos en una realidad a la que no prestan atención.

Esto no se puede hacer con dulzura. Ni los padres aceptarán la oferta ni los maestros se interesarán por un cambio. Los primeros porque no entienden nada y siguen cómodamente instalados en su mediocridad de  miembros de una sociedad abundante,  y los segundos porque, hagan lo que hicieren, padecen la cruel soledad de no contar con los padres.


Habrá que poner imaginación y eso nos cabe a nosotros como políticos: hay que despertar conciencias.


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