miércoles, 18 de marzo de 2015

NUESTRO PARTIDO POLÍTICO (XIV): EL HOMBRE NEFASTO

Por Carlos A. Trevisi

Nuestra sociedad está produciendo un tipo de hombre nefasto que se caracteriza por su ligereza. El pragmatismo se apodera de nosotros y se instala en la educación como mera instrucción ¿Qué autonomía tendrán nuestros jóvenes cuando las circunstancias de la vida los obliguen a tomar decisiones? Ese hombre, al que estamos adiestrando para el ejercicio de sus posibilidades extrínsecas de poder, perderá su ser por el camino, su interioridad, su capacidad de ponerse en común. Y lo que es peor, perderá la posibilidad de acceder a un estado de resolución que lo habilite para decidir autónomamente. Su capacidad de autonomía le permitirá aquella otra de la cooperación, que no es una mera disposición anímica asociada a la bondad. O por lo menos no es sólo eso. "Saber cooperar", dice Savater, "exige una comprensión del otro en términos de proyectos comunes, del conocimiento necesario para hacer los aportes intelectuales que saquen adelante esos proyectos, saber participar".

Participar es "tener parte", parte de un todo que nos es común. La posibilidad de participación obliga a una visión clara de ese todo - su razón de ser, sus objetivos, metas y de los procedimientos a seguir- y de las propias calidades personales; ¿entiendo la razón de ser del "todo común"? ¿He logrado la plenitud de discernimiento que me permita distinguir a los "otros" en sus calidades? ¿Mi participación dinamizaría los procedimientos? ¿Mi claridad contribuiría al logro de los objetivos? ¿Comparto la meta? El "todo común" es la combinación de intereses de todas las partes actuantes de una comunidad. La palabra "común" actúa como galvanizadora de servicio, entrega, presencia constante del "otro". La participación, en estos términos, no es un derecho; es una obligación ineludible para la cual hay que estar capacitado.

"La sociedad es sólo una resultante de las fuerzas de sus individuos; según éstos se organicen podrán producir una acción intensa o débil, o neutralizarse por la oposición, y la obra total participará siempre del carácter de los que concurren a crearla. Una sociedad que no ha sido enseñada, inducida, estimulada a pensar para vivir se limita a meros movimientos de simpatía o antipatía". (Eduardo Mallea, La vida blanca, Ed. Sudamericana, Argentina).


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