miércoles, 10 de diciembre de 2014

ACERCA DE LOS DERECHOS QUE NOS ASISTEN

La vigencia de un derecho está íntimamente ligada a la posibilidad de su ejercicio. Un derecho que no se puede ejercer deja de ser tal. Las circunstancias que encierran el ejercicio de un derecho pesan más que el derecho mismo. Pretender que a un marginal -5 MILLONES DE DESOCUPADOS- le asiste el derecho de tener QUÉ DAR DE COMER A SUS HIJOS es una ironía cuando no una burla. UNO DE CADA TRES NIÑOS ESTÁ AL BORDE DE UNA SUBALIMENTACIÓN que atenúa Cáritas o varias ONGs que cuentan con el apoyo de una ciudadanía que no escatima donaciones de todo tipo.

Tales derechos son puramente declamatorios y, en consecuencia, la posibilidad de su ejercicio sólo puede ocurrírsele a los idiotas útiles que habitan criptas intelectualosas donde se descarna al hombre para poder seguir viviendo al margen de la realidad, o a los políticos del PP, que van a las "reuniones" del G20 ¿? a explicar que España es el país que más va a crecer en el 2015. ¡Si hay que tener el corazón de piedra y la cara dura para tamaña declaración!

El "pobre-tipo-también-tiene-derecho" que aprendió que los tiene , como no es imbécil, no puede aceptar que se lo tome por el churrete negándosele el acceso a la vivienda, la sanidad, la educación y hasta la comida, según queda dicho. Como esto siga así -CUANDO LA GENTE SALGA A LA CALLE CON ALGÚN ÍMPETU QUE NO HA MOSTRADO AÚN (y es de esperar que no lo muestre), no faltará que a la larga se le tenga brutal desprecio y los infelices  pasen a ser un grupo social  con el que hay que acabar porque "no respeta los derechos de los demás"... y, vaya preso o no, ya está condenado.

Los derechos que nos asisten como seres humanos, su legitimidad y discurso quedan reservados a lo social o a lo puramente antropológico; desde el punto de vista del hombre concreto, los factores de poder económico en connivencia con los políticos resuelven, en nombre de los "sagrados intereses de la patria", solapadamente, con maniobras que escapan enteramente al control de la gente, qué derechos sí y para quién, y qué derechos no. Refuerzan el esquema los que se masturban en nombre de todos los pobres infelices, clamando al cielo por sus derechos, haciéndolos llover sobre la gente desde los medios de comunicación que les son adictos -o de su propiedad-  pero sin poner en acto nada de lo que proclaman, como no sea más y más recortes. 

Así, declamando el derecho a una educación para todos, los políticos reiteran la imortancia de la gestión de la escuela pública, los masturbetas la apoyan (con reservas, por supuesto) y los dueños del poder se mueren de risa porque saben que la escuela pública va camino de no servir para nada y está en sus proyectos dejar que la maten los mismos maestros. Mientras tanto, los padres pierden sus empleos, no pueden mantener a la familia, y la deserción escolar amenaza a corto plazo.

También "nos hacen" votar -por aquello del derecho que asiste al pueblo de elegir a sus autoridades, el respaldo a los dictados de la Constitución y no sé qué más- y cuando se les antoja, con corridas financieras siguen ordenando ajustes y más ajustes. 

Ni hablar del derecho a la justicia: en manos de los poderosos de turno, sirve a sus intereses, postergando aquellos de los ciudadanos que ven frustrados justos reclamos entre los meandros de una burocracia lenta y prepotente o de la imposición de un depósito de 400 euros para iniciar cualquier trámite judicial; denunciada por todos, la justicia no ha asumido que el ejercicio de un derecho será una ilusión mientras no exista la obligatoriedad de su contrapartida: ¿qué significa el "derecho al trabajo" si nadie tiene la obligación de dar trabajo... si a nadie se puede ejecutar por no dar trabajo? ¿Y aquel otro de una "vivienda digna"... o el de la "ancianidad"? Sólo los derechos contractuales, los que las partes firman, ofrecen garantías; los otros, lo que tienen que ver con las personas... 

Planteadas así las cosas, siendo que las circunstancias condicionan el ejercicio de los derechos que nos asisten, y no pudiéndose con la trabazón que impone una clase dirigente inmoral que se reserva para sí el manejo de todas las variables, su ejercicio es una mera ilusión.

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