sábado, 11 de octubre de 2014

ESPAÑA Y EL ÉBOLA

España ha vivido un época ficticia de vacas gordas. Su participación como estado miembro de una Europa que le prestó todo tipo de ayudas impulsó a más de un español a emprender actividades que la ineficiencia del estado y la alegría de vivir de los políticos no supieron controlar porque eran de la misma especie: los unos defraudando impuestos y dando trabajo en negro y los otros disfrutando de los beneficios de una corrupción escandalosa.
No hemos sido ajenos a tal disloque los hombres de a pie que, deslumbrados por una Europa que ofrecía un estado de bienestar jamás soñado nos hemos dispensado gustos que excedían nuestras necesidades.

El resultado de tanto disloque acaba de explotar en nuestras narices. Nos acosan la corrupción -Bankia y sus tarjetas “negras”; la disolución de la nación -léase Cataluña; el ébola; una educación decimonónica -que no porque haya unos pocos colegios que han adoptado actitudes pedagógicas y contenidos didácticos actualizados contempla las necesidades de todos ni cuenta con un plantel docente que responda a los requerimientos  de un mundo en el que no sobrevivirá nadie sino es con imaginación y espíritu investigador. 
  
Nos sentimos orgullosos de que nuestro turismo sea la principal fuente de ingresos del país, cuando de todos los recursos que integran el PIB es uno de los que más dependen de circunstancias que, llegado el momento, pueden ser insostenibles: simplemente bastaría con citar el peligro que nos ha caído el cielo repatriando dos sacerdotes que se contagiaron del Ébola trabajando caritativamente en África. Ante esto, ¿quién va a hacer turismo en España con el temor que implica tamaña peste? ¿A NADIE SE LE OCURRIÓ PENSAR QUE HABRÍA SIDO MEJOR QUE TRAERLOS DE VUELTA A ESPAÑA ENVIAR UN EQUIPO DE PROFESIONALES DE LA SANIDAD Y LOS RECURSOS NECESARIOS AL ÁFRICA A PRESTARLES ATENCIÓN MÉDICA ALLI MISMO? ¿Es que nadie del gobierno  se da cuenta que no somos Inglaterra, ni Alemania, ni, ni... como para querer equipararnos cuando nuestro entorno solo puede terminar en lo que ha terminado? 

Desgraciadamente el ébola ha puesto en blanco sobre negro lo que hasta este momento circulaba en zonas de grises, cuando nos permitíamos criticar al gobierno por sus espantosas carencias de vista a la ciudadanía. ¿Qué otra actividad va a cubrir la tromba de dinero que entró el verano pasado gracias al DIOS SOL?

¿Cuál ha sido la actitud de la gente, de los medios, y de una deplorable ministra de Sanidad en las presentes circunstancias?

Los primeros no han sabido responder con la sobriedad imprescindible para afrontar el problema. A  la precariedad de vida en la que los ha sumido un gobierno que piensa en los bancos y en las elecciones venideras antes que en la ciudadanía, se le agrega el peligro de que la peste los contagie. Y es razonable que así sea: la brutal ausencia de interés por ellos en todos los ámbitos, desde lo educativo hasta lo social los aleja de un mundo cuyas realidades superan sus trasnochadas exigencias del estado de bienestar que el poder económico les ha prestado por un tiempo, un tiempo que ya se ha acabado y que el gobierno no acierta, no puede, no quiere o no sabe recuperar con ideas acordes al momento que nos toca vivir.

Los medios han demostrado, salvo excepciones, la mediocridad de los periodistas. Aparecen por televisión personajes esperpénticos que siguen atados a ideologías decimonónicas, que sería lo de menos, si no fuera porque arrecian con lugares comunes en los que insisten el hartazgo, creando un ambiente asfixiante que empuja a la gente al miedo. El hospital Carlos III se va atiborrando, de a poco, con gente que teme infectarse solo por conocer a Teresa, la pobre enfermera que se presentó voluntariamente a prestar ayuda y un reverendo hijo de tal por cual trató de mentirosa.

Y finalmente a la ministra Matto que pertenece a una raza de políticos incalificables por su incapacidad y a un gobierno que se caracteriza por elegir a sus ministros todavía no sé si por incapacidad o porque no conoce a nadie mejor (que los hay, pero que seguramente no quieren colaborar para no incendiarse)
Su manifiesta incapacidad para manejarse en el terreno de la sanidad -y no solo en ése, sino en la calidad que debe prevalecer en la ejecución de los proyectos y en el de su sostenimiento no admite politiquerías; exige conocimientos, planificación con visión de futuro, y no la dictadura de una vieja política acordada entre tres o cuatro de la cúpula del partido, lo que alguien denominó "LA CASTA" y más políticamente me permito denominar PARTIDOCRACIA.

Teresa está grave. Se puede esperar lo peor. La presencia de Rajoy en el Carlos III, tardía como suele suceder con cualquier gestión que encare, no deja de ser una visita de cortesía. Lamentablemente.    

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