lunes, 29 de septiembre de 2014

EL DESAFÍO CATALÁN

Por Carlos A. Trevisi

En GUADARRAMA EN MARCHA  (http://guadarramaenmarcha.blogspot.com/) nos hemos referido con toda claridad al nacionalismo y no creo que quepa en esta instancia que insistamos en lo mismo. 
 
El momento que nos toca vivir no admite que eludamos el encuentro ni tampoco que nos quedemos en la simple relación. Es evidente que en este caso, que afecta no solo a España, hay en juego muchos intereses y muchas más variables que alejan a los catalanes de la unidad. Acaso sea una de las más importantes que se consideren diferentes y mejores.
 
Tanto España como Cataluña juegan con el estado de decrepitud en el que se han precipitado. Cataluña con 800 mil parados y el gobierno español mintiendo acerca de una recuperación que solo ven los políticos del P.P.  -con un total de 5 millones de desocupados -excluyendo a los 800 mil catalanes- necesitan distractores que pesen tanto como para opacar el desastre en el que han hecho caer a sus respectivos ámbitos de acción política. Nada mejor que alentar el nacionalismo de las partes como para distraer a la ciudadanía. Y lo han logrado. Se ha  incrementado ese fervor a extremos tales que la ciudadanía catalana ya cree que independizándose se quitará de encima el "lastre" de una España que no hace más que postergarlos. Por su parte el resto de España, más allá de otras consideraciones que habría  que evaluar seriamente -no es lo mismo Cataluña que el resto de España y no por ser mejor sino por ser distinta.
 
España todavía no es europea. Hemos desaprovechado los treinta años que llevamos en democracia (¿democracia o partidocracia?). Han sido años de un crecimiento "prestado" por Europa que no hemos sabido aprovechar. Nuestro afán libertario no se tradujo en crecimiento. Fue apenas el disfrute de una España en la que reinó la diversión y la especulación.

El resultado es que estamos atados a una educación desactualizada que sigue los patrones de principios de siglo: escuchar, memorizar, repetir, todos sometidos al manual único (que imponen las editoriales) de modo que nadie pueda participar, disentir, comentar o dialogar. 
 
Cualquier cambio que hagamos en la territorialidad del país no nos alejará de un estado de cosas que seguirá dependiendo de otros factores. Es menester un acuerdo, una puesta en común que nos lleve a integrar objetivos -los "objetos de los que nos valdremos- y  metas, -los fines que perseguimos. Si elegimos mal los objetivos podremos cambiarlos por otros, pero si no coincidimos en las metas no habrá cambio posible. 

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