miércoles, 2 de enero de 2013

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

por Carlos A. Trevisi


A propósito de un artículo aparecido en “El País”, de Rafael Termes, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en el que alude a los matrimonios homosexuales, no pude menos que evocar aquello que sostiene Savater acerca de que los hombres tenemos de “ser” y tenemos de “humano”, que en otras palabras, coincide con que nacemos “individuos” (seres) y, gracias al proceso educativo nos transformamos (aunque no siempre) en “personas” (humanos).

El autor, que, entre otros argumentos, apela a la ley natural para oponerse a los matrimonios homosexuales, descarta la permanente transformación que se va operando en el hombre en su aspiración a reconocerse uno en sí mismo antes que uno en la especie; desconoce la lucha implacable que sostiene “nuestro humano” contra el “ser” que nos impone la naturaleza.

Según su opinión, esa invasión personal sobre el ser, esa íntima necesidad que nos empuja a un diálogo abrupto en el que no siempre el “humano” triunfa, se produciría “contra natura”, contra la ley natural; el cambio, así, sería corrupto –ni que hablar de la legislación que lo impulsa-, pues la fuerza de la educación devendría en artificiosa: ¿Qué derecho nos asiste a morigerar la presencia del ser, a neutralizar sus impulsos, a terminar con su instintiva irreflexión?

En ese marco, debería sorprendernos que aún no se haya abolido la navegación aérea; que infringe nada menos que la ley de gravedad y, que se sepa, hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido pensar que la legislación que la regula “no está inspirada en la recta razón”, ni que va contra la naturaleza.

El problema radica en abordar el asunto desde la ley antes bien que desde las personas. El ordenamiento legal establece que la ley es el marco regulador de las relaciones entre los ciudadanos; marca los límites; es seguridad, razón, taxonomía, cantidad. Pero regular relaciones no es lo mismo que regular “encuentros”; los encuentros quedan fuera del marco legal; son íntimos, son “humanos”

Si abordáramos el tema desde las personas, sin embargo, bien podríamos decir que el hombre en libertad debe dispensarse una fidelidad sincera para con su propia verdad. No hay ley que pueda coartarla.

Así, siendo que las comunidades apelan a su conciencia y las instituciones a la ley , corresponde a los gobiernos, depositarios de aquélla y garantes de ésta, disipar los temores de una subyacencia de recelo con respecto a la libertad y a las iniciativas de la
comunidad y de sus miembros. En tal cumplimiento, el gobierno de Zapatero ha exhibido una actitud política franca, alejada de toda sospecha de indiferencia para con situaciones humanas concretas, (los homosexuales) o de intencionalidad en la creación de un mundo abstracto con valores desconectados de la realidad.

Cuando el hombre alcanza alguna de todas las libertades que aún se debe, tiene que recrear la ley para sostenerla. El cambio tiene que ser con alegría, pues incorpora más y más gente gozosa que comienza a reconocerse como partícipe del bien común.
Es el gran momento en el que el “humano” se apodera definitivamente del “ser” y comienzan a marchar juntos.

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