viernes, 10 de agosto de 2012

HACIA UN ENCUENTRO


Reflexión sobre la realidad actual
Dirigido a padres de familia y maestros


                                                                              
                  
GUADARRAMA EN MARCHA
Asociación cultural
Los últimos acontecimientos que han tenido lugar en
el mundo nos obligan a una reflexión que excede el marco político, el religioso y hasta el personal;una reflexión que está más allá de todo.
Este nuevo mundo, que se despega cada vez más de
nosotros, está destruyendo valores sin siquiera proponérselo. Simplemente los destruye porque su derrotero no los contempla, no los necesita.  Así, 
los aplasta como un elefante aplastaría a un ratón: sin darse cuenta.Los recursos de los que se vale son la información y una red de comunicaciones inimaginable hace apenas 15 años.
Manipula la información, domina las redes y nos transforma en convidados de
piedra, distanciándonos cada vez más del conocimiento. El crecimiento 
exponencial de la información, la precisión y velocidad de las redes de 
comunicaciones, y los distractores que conlleva – la televisión el mayor de ellos-  nos van aletargando al extremo de que perdemos capacidad reflexiva. El mare magnum informativo nos sobrepasa, nos 
desalienta y quedamos inermes. Es el signo de los tiempos.
Se avecina un “crack” –uno más de todos los que han sacudido la natural 
tendencia del hombre a dejar que los demás hagan por él- del que nadie va a 
quedar exento. El primer mundo no tiene capacidad, per se,  para impedir el 
desastre. Por eso, quebrando valores esenciales a la vida, y en satisfacción de
necesidades  no siempre justificables, acude a otras latitudes en busca de 
insumos críticos con los que se hace sin complejos. Prueba de ello son las 
guerras que se han desatado.  A poco de terminadas relucen todas las mentiras
y afloran los intereses que verdaderamente las han impulsado. Su frecuencia 
está en relación directa con le imperiosa  necesidad de sostener un sistema 
que está al borde de la anoxia. No pasará mucho antes de que otra guerra 
sacuda nuestros adentros.
La recesión  está golpeando nuestras puertas. El desempleo –o el empleo
basura, que es una vertiente de aquél- los golpes financieros que nos 
empobrecen de un día para otro,  la educación que no sabe dar respuesta a los
cambios, la seguridad ciudadana, totalmente apabullada por un incremento del
delito que no tiene nombre; el armamentismo (la crisis económico-financiera
de Israel, casi terminal, no se entiende a la luz de sus inversiones en 
armamentos, a ese extremo se ha llegado); la sanidad (50 millones de
norteamericanos caídos del sistema de la seguridad social y un presupuesto 
para la guerra de Irak que insumió cerca de 200 mil millones de dólares); la 
justicia, en manos de los poderosos.
En esta crisis entran nuestros hijos; es la herencia que les vamos a dejar. 
Cuando se caiga todo, nuestros hijos tendrán que asumir el desastre. Si están
capacitados para ello,  no les será difícil; pilotearán bien los cambios y podrán
sacar la crisis adelante.
Si están capacitados para ello, insisto.
Por ahora,  andan sueltos y solos.  Ya que el hogar y la escuela no prestan 
apoyo, su necesidad de plenitud, que la tienen,  se satisface, incompleta, fuera
de los ámbitos que naturalmente hasta ahora fueron los más propios para su
educación. La calle, el mundo exterior, egoísta y hostil, es su habitat y poco 
podrán hacer si no entran en él con una infraestructura  sólida que autorice 
una inserción acabada. Y esa es tarea nuestra. 
El descuido que los padres hemos hecho de los valores creyendo que bastaba 
con recitarlos, el  desinterés por el  conocimiento, la abulia que nos anima, han 
eclipsado nuestra relación con ellos centrifugándolos del entorno familiar. El 
ámbito escolar, con sus filas de bancos donde se investigan la nuca del que 
los precede, en un  degenerado alineamiento antieducativo que impide el 
logo y la puesta en común; con  maestros que aún sostienen que “eso de la 
informática no es para ellos”, como si pudieran decidir acerca de los recursos
prescindiendo de la realidad que los circunda;  que no quieren saber nada con
los padres, a los que imputan que depositan a sus hijos en las aulas para 
quitárselos de encima,  y sin ninguna imaginación para encarar una vida de 
relación que termine en un espléndido encuentro , los colegios, insisto,  poco
aportan.
En pocos años el hogar se transformará en el lugar donde se acuda a dormir y 
la escuela en un centro de información donde se obtendrán datos y se 
evaluarán rendimientos. Otra forma de vida, otra forma de ser que no está
necesariamente mal, que sólo es distinta, pero que padres y maestros
tenemos que encarar  ahora mismo para que los chicos puedan asumir el 
cambio.
Esta es la realidad que estamos empezando a vivir y de la que no tenemos 
porqué sentirnos satisfechos, sino más bien todo lo contrario. Entendemos que
la vida nos apura y apenas si tenemos tiempo para sobrevivir a las angustias
 cotidianas. Pero también sabemos que tenemos una responsabilidad que no 
podemos dejar de lado.
Así, ni como padres ni como maestros podemos  dar pruebas de nuestra 
ligereza para encarar las nuevas tecnologías porque ya habitan en nuestros 
hijos.
Tampoco podemos los padres mantener una estructura familiar que los
centrifugue ni puede el colegio hacerlo. La pérdida de estas dos instituciones
contribuirán a un vacío afectivo que no podrán recuperar de mayores.
Tampoco podemos, ni padres ni maestros, conculcar su independencia, se mire 
como se mirare: desde el temor a que les pase algo o desde nuestra propia
incapacidad para impulsarlos a que sean ellos mismos.
Tampoco podemos abandonar nuestros intentos para que descubran las 
maravillas del conocimiento como elaboración estratégica personal para afrontar
una vida rica en alternativas, fluida, creativa e imaginativa.
Ni podemos contarles cuentos de hadas respecto de Dios y de la Iglesia. Las 
cosas son como son y si ambos se precipitan a tierra es porque no hemos
sabido poner en acto la existencia del uno ni las virtudes de la otra.
Tampoco podemos hablar de paz si en nuestros corazones anida la indiferencia 
por los demás y terminamos aplaudiendo cualquier guerra que se montan por 
ahí los intereses económicos.
Ni hablar de amor si tenemos a toda la humanidad bajo sospecha. Tampoco 
podemos enseñarles la virtud de la puesta en común si vivimos para dentro, 
vidas individuales, incluso en el seno del hogar.
Tampoco podemos insistir en que todo es una porquería, porque no es cierto. 
La vida es lo más maravilloso que tenemos y ellos lo saben;  miran adelante y
saben que les espera un mundo descarnado,  en el que podrán intervenir 
creando circunstancias, estableciendo relaciones  y celebrando nuevos
encuentros.
No podemos dejar que entren desnudos, despojados de todo, como si se
tratara de un comienzo cuyo pasado no tiene nada que aportar.
Si nuestro aporte es vital, nuestro legado es irremplazable: tenemos que 
convocarlos a descubrir que el conocimiento es el sustento de la vida.
Y para eso es menester que pongamos el nuestro propio en acto y cumplamos
con nuestro deber de maestros y padres.


EL CULTURAL DE LA SIERRA (ÍNDICE)

SAY IT NOW

FUNDACIÓN EMILIA MARÍA TREVISI

FACEBOOK (FUNDACIÓN)

No hay comentarios:

Publicar un comentario